19 junio, 2017
Regular, ¿por precio o por cantidad? El desafío de elegir el instrumento regulatorio adecuado.
Son muchas las instancias en que una empresa con poder monopólico es regulada. Sucede tanto en el caso de servicios básicos, como el agua o la distribución de energía eléctrica, así como en servicios que por el tamaño del mercado no son competitivos, como los aeropuertos. Es sabido que limitar el poder de mercado de la firma puede ser beneficioso socialmente, pero es importante entender cuál de las herramientas que tiene a su disposición el regulador puede ser más efectiva. ¿Es mejor colocar un límite superior a los precios? ¿O mandatar la venta de una cantidad mínima? Responder estas preguntas es importante.
Centrémonos en el debate abierto respecto a la regulación de aeropuertos. ¿Qué es mejor, obligar al aeropuerto a vender un número de cupos para despegue y aterrizaje (por ejemplo a través de un remate)? ¿o fijarle un precio que debe cobrar a las aerolíneas? El problema es irrelevante cuando la demanda es conocida, pero este es un supuesto poco plausible en muchos casos. Es razonable pensar que el operador del aeropuerto tiene mejor información que el regulador de la demanda por cupos por parte de las aerolíneas. Aquí, la pregunta respecto a la herramienta de regulación (número de cupos a licitar o precio que se debe cobrar por el cupo) es relevante y, sorprendentemente, no había sido analizada en profundidad.
En la investigación Monopoly regulation under Asymmetric Information: Prices v/s Quantities de Nicolás Figueroa, Leonardo Basso y Jorge Vásquez, aceptada para publicación en RAND Journal of Economics, se aborda exactamente esta pregunta. Cuando la empresa regulada tiene información privada respecto a la demanda, ¿es mejor regular por precio o por cantidad?
«La respuesta depende de la tecnología de la empresa y la capacidad del regulador de utilizar mecanismos sofisticados. Un mecanismo sofisticado es uno donde a la empresa regulada se le ofrecen opciones, y esta elige una. Un mecanismo simple, por otro lado, es uno donde simplemente se le designa un precio o cantidad y la empresa debe implementarlo. Obviamente, los mecanismos sofisticados obtienen mejores resultados, pero en algunos casos pueden ser difíciles de implementar”, explica Nicolás Figueroa.
«Si la sofisticación es posible, y la empresa tiene retornos decrecientes a escala, regular con precios es mejor. Con retornos crecientes a escala, sin embargo, cantidad es el instrumento indicado. Ahora bien, cuando la sofisticación no es posible, y bajo algunos supuestos adicionales, demostramos que el resultado anterior se invierte. Es decir, para retornos decrecientes a escala es cantidad lo que domina, mientras que precio es mejor en el caso opuesto.
La principal conclusión es que un regulador debe ser extremadamente cuidadoso al elegir el instrumento regulatorio, puesto que su utilidad depende de la interacción entre elementos técnicos (retornos a escala de la tecnología) e institucionales (la posibilidad de utilizar mecanismos sofisticados)”, añade el investigador.
Otro resultado interesante que se deriva de esta investigación son las ganancias de la sofisticación. Es sabido que los mecanismos sofisticados son mejores, pero la pregunta que se abre es ¿cuánto mejores? Los autores demuestran que la sofisticación es importante, permitiendo mejorar el bienestar hasta en un 25% en algunos casos. Más importante aún, muestran que la mayor parte de estas ganancias pueden ser alcanzadas con mecanismos que requieren poquísima sofisticación. En efecto, bajo supuestos no muy restrictivos, un regulador que ofrece dos opciones a la firma (en vez de una) puede mejorar el desempeño del mecanismos en un 13%.
Por Jeanne Lafortune, Directora de Investigación Instituto de Economía UC