5 marzo, 2024
Pedro Pablo Díaz Herrera
En la travesía de la vida y las encrucijadas del destino, pocas cosas permanecen tan arraigadas y significativas como la amistad. Es un vínculo recíproco que trasciende los límites de la distancia y el tiempo, un lazo que se forja en la lealtad, complicidad y el respeto mutuo. En este oportuno homenaje que realiza nuestra Fundación de egresados/as, rendimos homenaje a un amigo que encarnó en su ser el verdadero valor de la amistad: Sebastián Piñera.
Nuestro encuentro con Sebastián se remonta a los días juveniles de la década del 68,en la Escuela de Economía de la Universidad Católica. Días antes del inicio de clases acordamos sentarnos juntos , es decir no fue un encuentro fortuito. La verdad es que desde ahí en adelante iniciaríamos una amistad de vida.
Desde entonces, nuestras vidas tomaron rumbos divergentes, pero nuestro vínculo permaneció inquebrantable, resistiendo los embates del tiempo y las circunstancias. La amistad requiere cuidado, atención y compromiso. Es un pacto tácito de lealtad y apoyo mutuo que se nutre con cada gesto de generosidad y cada palabra de aliento enriqueciéndose con las experiencias compartidas, los triunfos celebrados y los desafíos superados. La esencia misma de la amistad radica en la elección consciente y recíproca. Elegimos a nuestros amigos, no por casualidad, sino por afinidad de espíritu, valores compartidos y una conexión que va más allá de las superficialidades.
La amistad con Sebastián Piñera fue profunda y fácil pues fue un hombre de espíritu libre, inteligencia despierta y alma generosa…una fuente inagotable de alegría, complicidad y camaradería. Juntos compartimos sueños y desvelos.
Nuestras familias, señoras ,hijos y nietos siguieron desarrollando este vínculo siendo muy amigos. Si bien mi madre me bautizó como Pedro Pablo, fue la mamá de Sebastián quien me bautizó de Peter Paul.
Sin embargo; la vida es efímera, un suspiro en el vasto universo del tiempo. Y la muerte, me arrebató a mi amigo de manera inesperada y cruel.
Su partida dejó un vacío casi imposible de llenar. Aunque Sebastián haya partido físicamente, su espíritu perdura entre nosotros, como una llama eterna que ilumina nuestro camino. Su legado de amistad y camaradería nos inspira a seguir adelante, a abrazar la vida con pasión y generosidad, a cultivar los lazos que nos unen como seres humanos.
En última instancia, la amistad trasciende las fronteras del tiempo y el espacio, uniendo los corazones en un abrazo eterno. Y así, en el recuerdo imborrable de Sebastián Piñera, encontramos consuelo y fortaleza, sabiendo que su espíritu perdura en cada sonrisa compartida, y en cada gesto de amistad.
Sebastián, Seba querido, desde el cielo ayúdanos a seguir soñando y cultivando esa fraternidad con los que aquí quedamos con el corazón en llamas y fuego en la mirada…como tantas veces lo repetiste en tu vida.