3 septiembre, 2020
Pauline Vial, Ingeniera Comercial UC generación 2002.
Cuando los humanos vivimos en comunidad basamos nuestra convivencia en la confianza de que todos sus integrantes respetarán las reglas básicas, como, por ejemplo, que nos detendremos en una luz roja. Gracias a que confiamos en el correcto actuar del resto hemos construido una sociedad que ha permitido mejorar consistentemente el bienestar de todos sus miembros, aunque con diferentes velocidades para cada uno de ellos.
Por eso, como comunidad nos ponemos de acuerdo en nominar a ciertas personas (políticos) para que definan estas reglas, y les pedimos a otro tipo de personas (Policías, Fiscales y Jueces) que las hagan respetar.
El equilibrio que genera la confianza de una comunidad sobre el cumplimiento de estas reglas puede romperse y con ello generar el deterioro acelerado de los beneficios de vivir en ésta (si ya no confiamos en que la gente se detendrá en las luces rojas, tendremos que parar en cada una de las esquinas y hacer mucho más ineficiente nuestro traslado, afectando la calidad de vida de todos sus integrantes).
Creo que este proceso ya empezó en nuestro país. Partimos no creyéndole a quiénes definen nuestras reglas básicas (políticos), después a quiénes las controlaban (poder judicial) y ahora estamos en el punto de no creernos entre nosotros. Naturalmente esto provoca que los humanos cada día nos volvamos más individualistas, adoptemos una posición más defensiva, tengamos menos compromiso con la comunidad, seamos más egoístas y perdamos la empatía, llegando incluso a culpar a otros por los problemas que hoy enfrentamos como sociedad.
A mi modo de ver, los orígenes de este escenario están en una combinación nociva de falta de educación real y la proliferación de la comunicación, que muchos llaman Infoxicación (caldo de cultivo de las fake news). Creo que falta educación real porque en nuestras casas y colegios hemos aprendido ciertas “verdades” pre definidas, necesitamos fomentar un ambiente en donde se pueda pensar, ser crítico, discutir con argumentos, respetar a las mayorías y, por último y muy importante, hacernos parte del problema (cuanta opinión hay desde la galería). Cada vez que nos llega una noticia, hacernos la pregunta ¿será verdad esto? ¿qué aporto reenviando?
Tenemos que actuar urgente para generar discusiones con argumentos que busquen un país mejor, salir de la galería y tratar de ver cómo recuperamos el espíritu de comunidad. Es responsabilidad de todos valorar nuestra actividad política, porque es la base de nuestra sociedad y es una forma concreta de abordar discusiones respetuosas e informadas que pueden impactar positivamente en la sociedad. Las visiones políticas minoritarias deben ser capaces de convencer con argumentos y respetar las reglas del juego, ¡no debemos permitir que erosionen nuestra comunidad!
Si compartes el diagnóstico, te pido que te hagas la pregunta ¿cómo aportas tú a una mejor sociedad?; si no te gustan los políticos ¿participas en la actividad política?; si crees que alguien roba ¿lo has denunciado frente a los tribunales de justicia?; porque si sólo despotricas desde las redes sociales, lo único que haces es destruir cada día más este delicado equilibrio.
¿Estaremos a tiempo de volver a ser una comunidad que funciona como tal?