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Chile: Por qué importa el crecimiento económico

28 septiembre, 2015


Séptima columna de la sección General Management, escrita por el profesor Rodrigo Cerda y publicada el sábado 26 de septiembre en El Mercurio.

Por cada punto de crecimiento se pueden recaudar en impuestos cerca de 700 millones de dólares adicionales. Cifra alta si se considera que un hospital de alta complejidad puede costar cerca de 250 millones de dólares.

Un tema recurrente en la discusión económica es cuánto será la tasa de crecimiento de nuestra economía. Se discute si será del 2%, 3% o 4%. ¿Curioso preocuparse por tan poca diferencia? La verdad es que a veces esas pequeñas diferencias, cuando se acumulan en largos períodos pueden ser muy importantes.

Situémonos en el Chile de 1980. En ese entonces, nuestro PIB per cápita (producción por habitante) era solo de 3.436 dólares, lo que nos situaba quintos en Sudamérica detrás de Venezuela, Argentina, Brasil y Uruguay. Ese año teníamos menos de la mitad del PIB per cápita del líder (solo 43%).

Una situación radicalmente distinta vivíamos en 2014. Chile era el primero en Sudamérica con 22.971 dólares por cabeza, dejando segunda a Argentina y al antiguo líder Venezuela en el cuarto lugar. Tanto Paraguay como Bolivia se mantuvieron en el noveno y décimo lugar respectivamente (ver Figura 1).

Solo para tener una idea, el PIB per cápita de Bolivia y Paraguay fluctuaba entre el 30% y 40% del PIB per cápita del líder de Sudamérica tanto en 1980 como en 2014. Así, aunque Bolivia y Paraguay crecían, el líder de la región lo hacía al mismo ritmo, impidiéndoles converger.

¿Cómo se explican estos movimientos en el ranking? Simple: Chile creció entre 1980 y 2014 a un promedio de 4,6% por año, mientras que Venezuela y Argentina, los líderes de 1980, lo hicieron solo al 2,5% y 1,9% respectivamente (ver Figura 2).

Después de 35 años, estas aparentemente pequeñas diferencias de dos puntos de crecimiento económico por año se acumularon: mientras las economías venezolana y argentina tenían un tamaño casi el doble en 2014 versus 1980, la economía chilena se había multiplicado 4,3 veces.

Estos números pueden parecer algo lejanos: el PIB per cápita a PPP es un número que representa el producto que obtendría un habitante promedio del país, ajustado por su capacidad de compra para hacerlo comparable con el resto de los países.

¿Hay otras formas de ver cómo el crecimiento económico se traspasa a nuestra vida diaria? Sí, algunas mucho más tangibles. Por ejemplo, su efecto sobre el empleo y los salarios. Y claro, a medida que aumenta el tamaño de la economía, debido al crecimiento económico, las empresas al querer aumentar su capacidad productiva, contratan más trabajadores y muchas veces para retener a los más productivos deben aumentar sus sueldos.

En general, la masa salarial —esto es el total de remuneraciones pagadas a los trabajadores— permanece constante como porcentaje del PIB (representa cerca del 40%). De ahí que ante un aumento en el tamaño de la economía, también lo hace la masa salarial en aproximadamente la misma proporción; lo que a su vez se produce porque crece el número de empleos y la remuneración promedio por empleado.

Un supuesto razonable es entonces que un aumento real del PIB de, por ejemplo, 4% sea acompañado por un aumento de remuneraciones de 2% y de empleo también de 2%. Si por otro lado el crecimiento fuera solo de 2%, el empleo seguramente se expandirá cerca de 1% y lo mismo harían las remuneraciones.

Nuevamente vemos pequeñas diferencias: en un caso las remuneraciones crecen al 1% y en otro, al 2%. Pero ¿son tan pequeñas estas diferencias?

Pensémoslo de esta forma, según la Nueva Encuesta Suplementaria de Ingresos del INE, que reportó datos de octubre de 2014, en promedio el ingreso mensual de los ocupados era de $473.251 (equivalente anual $5.679.012). En el caso que las remuneraciones crezcan al 1% real anual, después de un período de cuatro años, el ingreso anual aumentaría a $5.909.603; es decir un crecimiento de $230.591; el equivalente a casi medio sueldo mensual. Si por otro lado, las remuneraciones crecieran al 2% real anual, el aumento de salario anual sería de $468.133; prácticamente un sueldo mensual adicional por año. Esta diferencia no es poca y solo pensando en un horizonte de cuatro años, imagínese si lo calculáramos para un período de 35 años, como lo hacíamos con el ingreso per cápita.

Para el caso de muchas personas que no se encuentran trabajando, el crecimiento económico también es relevante y tangible. El vehículo que comunica este crecimiento con ellos es el gasto público, que vía mayores subsidios o inversión pública mejora la situación de muchos chilenos.

Y claro, mientras mayor es el crecimiento económico, más impuestos recauda el fisco, lo que permite aumentar el gasto público de forma responsable. Se estima que por cada punto de crecimiento se pueden recaudar cerca de 700 millones de dólares adicionales. Una cifra alta, si se considera que un hospital de alta complejidad puede costar cerca de 250 millones de dólares.

Al comparar entonces a un país que crece al 2% versus otro que lo hace al 4%, estamos hablando de una diferencia en un solo año de 1.400 millones de dólares, lo que equivale a más de cinco hospitales de alta complejidad.

Chile creció entre 1980 y 2014 a un promedio de 4,6% por año, mientras que Venezuela y Argentina, los líderes de 1980, lo hicieron solo al 2,5% y 1,9%, respectivamente.

Tres fuentes: Empleo, stock de capital y productividad

Hoy el acento debe estar puesto en la productividad. Su desaceleración, con posterioridad a 1998 ha sido tan brusca, que es aquí donde existe el mayor espacio para crecer.

La pregunta del millón es cómo aceleramos el crecimiento económico. En el caso de nuestro país, hoy no es fácil. Típicamente tenemos tres fuentes de crecimiento económico:

  • Crecimiento del empleo: Como es bien sabido, Chile está atravesando por una transición demográfica muy acelerada. Cada año tenemos jóvenes que ingresan al mercado laboral y también adultos mayores que se están jubilando y, por lo tanto, saliendo de este. El problema es que dado lo rápida que está siendo esta transición demográfica, cada día están saliendo más personas del mercado laboral que las que entran, lo que va disminuyendo el crecimiento del potencial de personas disponibles para aumentar empleos e impulsar el crecimiento. Para disminuir el problema de este menor potencial número de personas disponibles para trabajar tenemos aún algún espacio en la medida en que se incorporen más mujeres a nuestro mercado laboral. Esto es factible pues somos un país con baja participación femenina en el mercado laboral (según la metodología OCDE, cerca de 55,7%, bastante más bajo que el promedio de países de la OCDE que es de 62,7%). Sin embargo, este espacio es limitado.
  • Crecimiento del stock de capital disponible para producir: En un trabajo con José Tomás Valente, mostramos que justamente el crecimiento del stock de capital ha sido uno de los pilares de nuestro crecimiento económico desde la segunda mitad del siglo pasado. Claro, mientras más maquinaria, equipos e infraestructura tengamos mayores son las posibilidades de crecimiento. Para lograrlo es necesario que la tasa de inversión de la economía aumente. Y esto no está fácil porque en los últimos años, la tasa de inversión justamente ha disminuido.
  • Crecimiento de la productividad: Corresponde a todo tipo de mejoras que permiten producir más ocupando la misma cantidad de trabajadores y de capital. El índice de productividad Icare-ClapesUC muestra que entre 1986 y 1997, la época dorada del crecimiento económico chileno cuando crecíamos como promedio anual al 7,2%, la productividad lo hacía al 3,2% anual. Lamentablemente, ese promedio cayó a solo 0,3% entre 1999 y 2014; es decir, una caída de 2,9 puntos porcentuales que disminuyen la tasa de crecimiento en la misma cuantía. Si a eso le sumamos los menores impulsos de inversión y empleo; nos encontramos con una brecha respecto de nuestra tasa de crecimiento anterior a 1998, bastante más alta a los dos puntos de crecimiento de los que hablamos en el primer tema. La desaceleración de la productividad con posterioridad a 1998 ha sido tan brusca, que es aquí donde tenemos el mayor espacio para acelerar el crecimiento y, por lo tanto, donde debería estar puesto el acento. Por el momento, los efectos tal vez no se notan mucho. En un año específico, crecer un punto menos tal vez no se note, pero cuando acumulemos varios años seguramente lo vamos a notar en menores sueldos y menor gasto público.

Séptima columna de la sección General Management, escrita por el profesor Rodrigo Cerda y publicada el sábado 26 de septiembre en El Mercurio.

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