5 marzo, 2024
María Elina Tanhnuz
Sebastian era conocido por su inteligencia, pero además era uno de los hombres más buenos de corazón que yo he conocido, de una lealtad hacia otros seres humanos impresionante.
Hace mucho tiempo atrás, cuando Sebastián y yo entramos a la Escuela De Economía U.C. y solo teníamos 17 años, él me dijo “Yo voy a ser tu protector”.
En ese tiempo, yo era una niñita recién salida de un colegio de solo mujeres. Además, mi padre murió cuando tenía 10 años. Por supuesto que estaba asustada, yo pensaba que no se me notaba, pero no era así; la seguridad que me dio, de alguna forma me acompañó siempre.
Yo creo que su influencia en mí fue tan fuerte como la de mi padre y mi tío hermano, de mi mamá que tomó su lugar hasta su temprana muerte.
Porque confiaba a Sebastian, le creí profundamente….
Nuestro compañero de curso, Sebastian tenía la decisión de hacer a Chile un país desarrollado.
Y lo hizo, contra viento y marea, casi literalmente.
“Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad.”
Albert Einstein.
De partida, estudiar economía en un país comunista, ¡era una locura!
Su entrega hacia Chile era total, y su mandato estuvo marcado por una serie de desastres naturales y tragedias de diversa índole, incluyendo la pandemia.
En la madrugada del 27 de enero del 2010, un devastador terremoto de magnitud 8.8, uno de los más fuertes de la historia, sacudió al país.
El presidente asumió formalmente su cargo 12 días después, en medio de réplicas del terremoto, y hasta alertas de tsunami.
Tuvo que replantear su programa de acción, paso del cambio a la reconstrucción.
Es decir, de su meta de impulsar el crecimiento a niveles hasta ahora desconocidos, combatir la inseguridad y generar empleo, tuvo que ponerse a trabajar para volver a poner en pie lo que se llevó el terremoto. “Secar nuestras lágrimas y poner manos a la obra” y lo logró.
Y logró que Chile, a pesar de terremotos, tsunamis, levantamientos sociales dedicados a destruir al país, y la pandemia, que seguramente fue la más difícil pues era vida o muerte, siguiera creciendo más que el resto de América Latina, para cumplir su sueño, ver a un Chile desarrollado.